lunes, 14 de septiembre de 2009

La maquina cultural

Maestros, traductores y vanguardistas
Beatriz Sarlo

Leer y escribir

Esta es una breve historia de una extensa vida. La vida de Rosa, hija de inmigrantes. Su padre era sastre. Su madre, ama de casa y ayudante en el taller de su esposo. Ella tenía ocho hermanos. Concurrió a la escuela. Algo no muy común en esa época. Con gran esfuerzo se recibió de maestra.

Rosa fue inspirada a estudiar por otra historia que leyó en el único libro que tenían en su casa: “La historia del labradorcito”. Un niño que no tenia dinero para ir a la escuela y cuyo lugar de residencia no contaba con la escuela publica. Sin embargo, el busco la forma de trocar parte de su trabajo por clases educativas.

Al igual que el labradorcito nuestra protagonista terminó su educación básica. Ahora, quería seguir estudiando una carrera y si bien la institución era publica, los materiales, los viáticos y otras cosas para estudiar no son gratis. Por ello hizo todo lo necesario, obtuvo una beca y logró recibirse.

La autora nos va contando como Rosa sigue su vida trabajando de docente y cómo se maneja ella en ese ámbito.


Si prestamos atención a lo largo de este relato podemos identificar un modelo de enseñanza diferente al actual, ya que Rosa del Río cumplía con las tareas designadas sin poner en cuestión nunca su contenido y valores.
El Estado era eficaz, modelaba a los servidores públicos mediante la idea de una tarea repetida, inflexible e intromisiva, de conformación de identidades y sujetos. Tenía el mismo poco respeto por los pluralismos y la unificación.
Sin embargo, era un instrumento garantizado en la incorporación a la ciudadanía y al mundo del trabajo.

En este contexto Rosa del Río tenía solo una meta: lograr que los alumnos captaran la enseñanza, incluso los más resistentes o los más atrasados.

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